Reseña #31: Cuando dios era un conejo

Título: Cuando Dios era un conejo 
Título original: When God was a Rabbit 
Autora: Sarah Winman
Año de publicación: 2012 
Género: ficción, familia, contemporáneo  
Nº de páginas: 384 
Editorial: B de Books

El mundo de la joven Elly lo conforman sus cariñosos pero sumamente distraídos padres; su mejor amiga, que huele a patatas fritas y conoce palabras exóticas como «blasfemia»; su tía actriz, que le brinda consejos para destacar en las representaciones escolares, y entre otros personajes variopintos, un conejo que se llama "Dios". Pero en la infancia de Elly, la única constante es su hermano Joe.

Veinte años más tarde, Elly y Joe siguen tan unidos como siempre… hasta que una soleada mañana un suceso inolvidable y aterrador amenaza con destruir para siempre el vínculo que los une.

Cuando Dios era un conejo nos transporta, a lo largo de cuatro décadas, desde las afueras de Essex a la costa de Cornualles y las calles de Nueva York. Una novela sobre la infancia, la excentricidad, la fuerza de los lazos familiares, las pérdidas y la vida. Pero, sobre todo, es una novela acerca del amor en todas sus formas.

O P I N I Ó N

No me puedo resistir a nada que haga referencia a conejos, it's a fact. Así que me lo empecé, sin saber lo que iba a encontrarme, porque tampoco le presté mucha atención a la sinopsis (YOLO, me dije). Y además no es muy largo, perfecto: los libros largos no son buenos entre semana (reflexión profunda de hoy, check). No sé si sólo me pasa a mí, pero, últimamente, los libros que superan las 300 páginas me dan mucha pereza. Será el calor.

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La historia está dividida en dos partes: la infancia/adolescencia y la edad adulta de Elly. Me gustan mucho los narradores infantiles, porque tienen una forma de ver las cosas tan inocente... Nos engañan. Es como volver a esa edad en la que todo el mundo es bueno y nada malo puede pasarte. Sin emabrgo, la Elly adulta no me gusta nada. La evolución de su personaje es previsible: se convierte en una persona anodina, asustada y dependiente.
 

De pequeña, a Elly le regalan un conejo al que llama Dios. ¿Y sabéis qué es lo mejor? ¡El conejo le habla! Tuve que leerlo unas tres veces para estar segura de que, en efecto, Dios estaba conversando con Elly. No sé exactamente el porqué; yo lo interpreto como si éste fuera la voz de su conciencia, una pequeña luz que la acompaña, le da esperanza y la ayuda a mantener esa fe e inocencia que irremediablemente perdemos con la edad.

Otro de los personajes con más presencia, su hermano Joe, sin embargo, me ha resultado más simpático. Aunque cumple a rajatabla el estereotipo de homosexual promiscuo sin relaciones estables que bebe para ahogar las penas de la soledad a la que esta sociedad que no le comprende le ha empujado durante toda su vida, me resulta más cercano y me ha sido más fácil encariñarme con él. Es menos soso, vamos. Es que Elly es sosísima. Hasta el conejo tiene más carisma que ella.

La paleta de secundarios es amplia y variopinta. El libro es perfecto en ese sentido. Mis favoritos son la madre, que es estable y racional y siempre lanza vibraciones de paz y tranquilidad, y la tía Nancy, estrella de Hollywood, inesperada y extravagante donde las haya. Hay donde elegir, así que es fácil encontrar alguien con quien identificarse. 

Como he leído el libro en español y no en su idioma original, no sabría decir exactamente cómo es el estilo de la autora, pero puedo aclarar que no me ha resultado pesado en este sentido. Por otro lado, la historia se hace bastante lenta (y casi aburrida) en algunos pasajes, ya que no estamos ante una novela de acción sino de crecimiento y evolución. Sin embargo, tiene momentos (puntuales) muy buenos y, sin duda, es una lectura que recomiendo a los amantes de la ficción con un puntito mágico.

P U N T U A C I Ó N